Beatriz de York y Edoardo Mapelli Mozzi: la boda real que no pudo ser

El amor intempestivo de la pareja se frustra en la recta final de su carrera hacia el altar por el coronavirus

Por Juditha Triumphans

Las cosas de Palacio van despacio, otra vez sí. Parecía que Beatriz de York y Edoardo Mapelli Mozzi habían acelerado el ritmo natural de los acontecimientos reales, pero solo se trataba de una ilusión. Al final tuvieron que frenar en seco sus planes de boda a escasas semanas del gran día, 29 de mayo, obligados por la pertinaz pandemia.

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La margarita dijo no. Nada se interpone en las decisiones de la realeza, que giran al compás de milimétrica previsión y organización, excepto el todopoderoso destino. El amor intempestivo de la pareja que galopaba sobre plazos, prejuicios, polémicas se frustraba a unos pasos, en la recta final de su carrera hacia el altar, después de haber superado no pocos escollos prenupciales.

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El castillo de Windsor acogió no hace mucho el esperadísimo flechazo. Concretamente hace año y medio el enlace de Eugenia de York con Jack Brooksbank reunía a la princesa Beatriz y a Edoardo Mapelli, antiguo conocido de las hermanas York por ser hijo de unos amigos del círculo de sus padres. La Princesa no había dado un titular romántico desde que rompiera hacía dos años con su novio de toda la vida, Dave Clark, después de diez años de relación.

No sólo tuvo que enfrentarse por aquel entonces a la pérdida del que fuera su gran amor, sino también a la noticia bomba de que se casaba. Menos de un año después de su ruptura, Dave anunciaba su compromiso con la ejecutiva de publicidad Lynn Anderson en mayo de 2017. Ningún apuesto caballero había logrado traspasar la coraza de la princesa Beatriz, hasta ese preciso momento en el que los viejos amigos se miraron con otros ojos y de una boda real saldría (sine die) otra.

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La feliz noticia del noviazgo fue muy celebrada por la prensa, aunque la primera polémica estaba a la vuelta de la página. Edo aún convivía con su ex, Dara Huang, madre de su hijo, el pequeño Christopher Woolfe Woolf, cuando empezó a cortejar a la Princesa. Lo cierto es que, pese al revuelo, una vez más las apariencias eran solo apariencias: Edoardo era un hombre libre desde hacía medio año.

Fueron dando los pasos pertinentes hacia una relación formal. Edo se convirtió en un miembro más de la familia York y, como tal, asistía a las celebraciones, las vacaciones y las reuniones familiares con su novia. Volvió de la mano de la princesa Beatriz al castillo de Windsor, el lugar donde comenzó su amor, para asistir a la boda real de lady Gabriella con Thomas Kingston junto a toda la Familia Real británica. La segunda boda que tendría repercusión en la propia historia de la pareja, ya que sería el marco elegido para oficializar su noviazgo al ser presentado Edo como novio de la Princesa a Isabel de Inglaterra y el Duque de Edimburgo.

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Y así un día, un 26 de septiembre que parecía un 14 de febrero, cuando todavía no habían cumplido el año saliendo, anunciaron al mundo su compromiso oficial. El Palacio de Buckingham y la Casa del príncipe Andrés se complacían por la buena noticia del futuro enlace de los nuevos enamorados con las románticas fotografías de su viaje a Italia realizadas por Eugenia de York, testigo de la felicidad de la pareja. Pero ni siquiera pudieron celebrar por todo lo alto aquel momento trascendental de sus vidas.

Cuando por fin los focos se posaban y alumbraban a las princesas Beatriz y Eugenia con toda la intensidad, como si no existiese nadie más en la Familia Real británica, la obligada renuncia oficial del príncipe Andrés después de su entrevista con la BBC sobre el escándalo de tráfico sexual de su amigo el millonario Jeffrey Epstein, desvió la inusitada atención a la nieta de la reina Isabel hacia el epicentro una vez más de la polémica, y eclipsó algunos de los sucesivos eventos familiares de los Windsor y, sobre todos, la fiesta del compromiso de Beatriz de York, que tras el tradicional almuerzo de Navidad de Isabel II se celebró por la noche en Buckingham Place con varias destacadas ausencias, incluida la del padre de la novia, imaginamos especialmente dolorosa.

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Las expectativas de una gran boda real languidecían dada la delicada situación. El reino no estaba para los dispendios de unas nuevas nupcias reales después del nada desdeñable desembolso por los enlaces de los Duques de Sussex y de Eugenia de York con Jack Brooksbank, y los novios optaron por la discreción. A cuentagotas fueron conociéndose los preparativos nupciales: que la fecha elegida sería el 29 de mayo, que el padrino del novio sería su pequeño Wolfieque la novia sería tradicional al elegir alianzas de oro puro galés, que al casarse la Princesa añadiría el título de condesa de la familia de su prometido... Y poco más. Un último soplo del destino tumbó sus planes como si se tratasen de un castillo de naipes escasas semanas antes del sí.

El coronavirus dio al traste definitivamente con su sueño de convertirse este año en marido y mujer. Ha sido el único obstáculo que no han podido salvar, aunque se mantuvieron firmes en su decisión de seguir adelante costase lo que costase hasta prácticamente el final, primero cancelando la recepción de la víspera al gran día y luego sopesando incluso una ceremonia con solo dos invitados. Pero la dramática realidad se impuso y desistieron de casarse el elegido 29 de mayo. La boda real no ha podido ser, pero será y será tal vez mejor de lo que nunca se hayan atrevido a imaginar. Pueden hacer borrón y cuenta nueva y empezar de cero a organizar por todo lo alto el enlace que les gustaría, que esta vez sí puede coincidir con el enlace que todos necesitan: una gran fiesta popular que simbolice el ansiado final feliz a esta crisis.

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El mensaje que ha lanzado Beatriz de York tras suspender su boda