Mientras España se centraba en la boda de uno de sus iconos, la de Rafa Nadal y Mery Perelló, y el resto de Europa lo hacía en el aristocrático enlace del heredero de Napoleón, Estados Unidos, o mejor dicho Hollywood, también tenía celebraba el matrimonio de un miembro de su "realeza", el de Jennifer Lawrence y Cooke Maroney.
La oscarizada actriz se desplazaba hasta un escondido castillo de Rhode Island para celebrar una ceremonia blindada por los cuatro costados, de la que a día de hoy todavía no se ha filtrado ni una sola foto. Y aunque no sabemos nada del look de novia (todas las apuestan miran a Dior como el artífice del vestido), ni de la decoración, ni de la fiesta, lo que sí hemos podido ver ha sido los estilismos elegidos por alguna que otra invitada.
Y como en toda boda de Hollywood que se precie, lo que da cierto caché son los asistentes famosos, esta no ha sido menos. A la llegada a Belcourt podíamos ver a Kris Jenner, la invitada que más se dejó ver y fotografiar -¿casualidad?- ataviada con un vestido largo en color negro con detalles de pedrería en el cuerpo, firmado por Reem Acra y bolso de Dior.
Una de las grandes sorpresas fue ver a Sienna Miller, siempre icono de estilo, luciendo en su caso un romántico vestido largo con plisados en color rojo de mangas abullonadas, que firmaba una de las diseñadora favoritas entre las insiders, Johanna Ortiz. También pudimos ver a Emma Stone, aunque muy abrigada con un bonito abrigo largo de terciopelo en color gris, a juego con su vestido.
Pero sin duda el look más dramático de todos venía de la mano de Ashley Olsen, quien acudió a la celebración luciendo un vestido largo en color negro de plumeti brillante con detalles de tul y con mangas maxi llenas de volumen y pliegues del diseñador Marc Jacobs.